ABDU, DE LOUGA (SENEGAL) A BILBAO. UN VIAJE EN EL QUE VIDA Y MUERTE VAN DE LA MANO (1ª parte)

31.03.2023
"Me llamo Abdu, soy senegalés y hace seis años salí por primera vez de mi país. Pienso en ese tiempo y me doy cuenta que pude morir en varias ocasiones. Es un viaje muy peligroso, que ofrece dos posibilidades: llegar a Europa o morir en el intento. No hay otra alternativa. Muchos lo intentaron y fallecieron en el camino. Yo lo vi con mis propios ojos. Nunca lo olvidaré".

La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) califica este trayecto migratorio que atraviesa África como la ruta más mortífera del mundo.

Abdu, para alcanzar su destino, atravesó Senegal, Mali, Burkina Faso, Niger y Libia. Los pueblos del Sahel se han convertido en una suerte de travesía iniciática, unos "juegos del hambre" reales para miles de jóvenes que buscan un futuro mejor.

Abdu, ¿cuánto tiempo tardaste en realizar ese viaje?


En total, 7 meses. En Louga, mi pueblo, trabajaba como sastre y unos amigos, que vivían en Niger, me llamaron diciendo que allí podía ganar mucho dinero. Como tenía pocos ahorros, decidí vender mis 3 máquinas de coser. Con la cantidad obtenida, compré el billete para el viaje. Desde un inicio fue un camino duro, muy difícil. No conocía el trayecto, no sabía nada. Era la primera vez que salía de mi país. Sin visado y a merced de delincuentes, redes de tráfico, que extorsionan a la gente.

¿Cómo llegaste a pasar la frontera para llegar a Niger?

El viaje de Dakar, la capital de Senegal, hasta la frontera duró dos días. El autobús iba muy lleno, así que tuve que ir de pie. No podía moverme ni a derecha ni a izquierda. En la frontera me pidieron 1000 Francos Cefa, unos 12 euros. Luego cogimos otro autobús, todavía peor, repleto de gente. En un colectivo de 50 plazas íbamos más de 80 personas. Luego, llegamos a Burkina Faso y también allí había puestos de policía. Tuve que pagar el equivalente a 25 euros. Entonces, se me acabó el dinero, así que llamé a un amigo que estaba en Niger y me envió algo. Llegamos a Kantchari. Esta ciudad está ubicada en el este de Burkina Faso, cerca de la frontera con Niger, donde viven aproximadamente 5.000 personas. Allí nos encontramos nuevamente con otra red de tráfico de personas. Tanto tienes, tanto vales. Se trata a las personas como ganado. Nos metieron en una casa, éramos varios cientos. Tienes que pagar 15000 FCFA (180 euros) para pasar a Níger. Si, con suerte, dispones de esa cantidad, la frontera se atraviesa de noche, por el bosque. Pensé que iba a morir, atacado por algún animal salvaje o por los numerosos bandidos que merodean por allí. Solo cabe abandonarse a Dios. Finalmente llegamos y, antes de dejarnos del otro lado de la frontera, tuvimos que pagar más dinero.

¿Qué ocurre cuando, en medio del camino, se acaba el dinero?

Los más afortunados son los que tienen familia en Europa. Les llaman para que les ayuden. Otros, buscan trabajo para conseguir el dinero. No es fácil. Sufrimos mucho, mucho, mucho.

¿Qué momentos especialmente difíciles recuerdas?

Diría que, desde que salí de Senegal, todo fue difícil: no tener dinero para comer, no tener dónde dormir, estar en lugares desconocidos, sin seguridad.


Mali, sumido en una crisis de seguridad y sin presencia del Estado en la mitad de su territorio, es un espacio de proliferación de grupos armados. Las bandas de traficantes llegan a ganar millones de FCFA por semana, exprimiendo la angustia y miseria de cientos de jóvenes a los que la muerte acecha. Un accidente, una avería pueden resultar fatal, porque todo se hace de forma encubierta y clandestina. Cuanto más se cierran las fronteras, más vulnerables son los migrantes. Los traficantes rodean los puestos de control y toman rutas menos seguras. Otros son retenidos en contra de su voluntad y su familia debe pagar el rescate. Hay familias que en la frontera se dividen para que al menos uno sobreviva.