CUANDO LA MÚSICA TRASPASA LOS MUROS DE LA PRISIÓN
Las cárceles son instituciones autorizadas donde son llevadas personas que, de acuerdo con la ley, han cometido algún tipo de delito. Las personas que allí se encuentran, sufren la paradoja de tener que estar en permanente alerta, protegiéndose de múltiples peligros, amenazar, reyertas, agresiones o castigos que aumentan la pena a cumplir.
El contacto con el exterior está controlado y limitado al máximo. El tiempo transcurre más despacio, tiñendo los minutos, días y años de aburrimiento y desconexión con el mundo real, que sigue su ritmo trepidante y lejano.
El sábado 2 de diciembre, los sonidos del violín, viola y contrabajo penetraron entre los barrotes del penal de El Dueso (Cantabria), resonando entre el numeroso público congregado, que escuchaba cada una de las notas con el silencio de las grandes ocasiones. Un equipo de personas voluntarias, que visitan con regularidad a los reclusos, hicieron posible que todos quedasen prendados por la magia de la música interpretada por 3 de los profesores de la Orquesta Etorkizuna Musikatan, proyecto de Norai.
Ana, artífice de la invitación y amiga de la Asociación, nos cuenta la experiencia en primera persona.
Queridos amigos de Norai, siempre he pensado que a largo de la vida conocemos a muchas personas. Algunas de ellas son personas que dejan huella. Esas personas han pasado por nuestra vida para quedarse.
Las personas que participan en Norai llegaron un día a mi vida y desde el primer segundo se estableció un vínculo imborrable. Sé que están siempre ahí, para echarnos una mano, para ayudar, acompañar, escuchar y vivir la fe.
Hace unas semanas les llamé por teléfono, una vez más, para pedirles algo. Necesitaba que me ayudasen a llevar la luz de la Navidad a la cárcel. Que me ayudasen a llevar el calor de la música a los corazones de las personas privadas de libertad. Como siempre, me abrieron sus brazos y lo hicieron posible: tres profesores de la orquesta Etorkizuna Musikatan de Norai: Daniela, Mariana y Ricardo, cogieron la viola, el violín y el contrabajo para hacer realidad un sueño. No hay palabras para describir lo que hemos vivido. Cada una de las notas al sonar tocaba el corazón de cada uno de los internos y de las internas, llenándolos de amor, de ternura, de cariño y de paz.
Gracias Norai, nunca dejéis de tocar los corazones de la gente. Seguid llenando de amor con vuestra música a todos los rincones, hasta los más recónditos.