MAMADOU (1ª PARTE) PESCADORES EN AGUAS AJENAS
Bañado por el Océano Atlántico, Senegal mira con avidez hacia el continente americano. Durante siglos, sus puertos se tiñeron de un sufrimiento indescriptible, pues sirvieron para agrupar a miles de jóvenes, cazados como animales y obligados a una migración forzosa, en régimen de esclavitud. Hoy, sus cayucos no solo sirven para pescar. También transportan sueños que tantas veces quedan abortados por anónimos naufragios.
Senegal, un pueblo desde siempre ligado a la tradición pesquera, conserva en sus costas costumbres milenarias, mecidas por el oleaje del océano, que bañan pueblos encantadores de casas bajas y palmeras surgiendo entre arenas blancas y conchas. En la actualidad, el sector pesquero da trabajo, de manera directa e indirecta, a más de 700.000 personas. Sin embargo, las piraguas multicolores que se lanzan al mar buscando diariamente el sustento de tantas familias, no pueden competir con los cientos de barcos de bandera internacional, especialmente las enormes embarcaciones asiáticas que esquilman y contaminan sus aguas, con acuerdos gubernamentales que no tienen en cuenta la sostenibilidad de sus recursos. De hecho, el volumen de capturas de los pescadores locales bajó de 95.000 a 45.000 toneladas, entre 1994 y 2005. Un duro golpe para el sector, que es la primera fuente de divisas del país y que representa el 3% del PIB.
Europa y Asia dejan sin pescado sus aguas, pero no quiere a los pescadores inmigrantes africanos. Muchos de ellos exponen y pierden su vida en su intento por buscar otros puertos, bañados por el mismo océano, guiados por el grito: "Europa… o la muerte".
Mi nombre es Mamadou, nací en 1997 en Ziguinchor (pronunciado Sigansor), capital de la región de Casamanza, situada al sudoeste de Senegal. La ciudad fue fundada en 1645 por los portugueses. El nombre de la ciudad deriva de la frase portuguesa: "Cheguei e choram" (llegué y lloraron"), ya que se convirtió en un centro de tráfico de esclavos. Fue vendida por Portugal a Francia en 1888. Pero mi vida ha transcurrido en Falia
¿Cómo es tu pueblo?
Vivimos en una isla, en un pueblo que se llama Falia. Nuestra vida transcurre junto al mar. Nuestra etnia es Serer y tenemos una lengua propia, aunque también entendemos wolof, la lengua mayoritaria de Senegal y francés.
¿Cuánta gente vive allí?
No sé, pero en la isla hay varios pueblos, a los que se accede con caballo. A otros lugares hay que ir en piragua. Mi padre trabaja en el mar.
Si cierras los ojos y piensas en tu pueblo ¿qué recuerdos vienen a tu mente?
Muchos. Allí no hay hombres o mujeres. Quiero decir, todos trabajamos en el mar. Las mujeres cogen la piragua pequeña y van a coger moluscos, almejas. Las preparan y las venden en el mercado. Llevan el producto al mercado en sacos, una vez a la semana.
Los hombres, ¿qué pescan?
Van con la piragua grande y pescan con red. En las grandes caben entre 10 y 20 personas y en las pequeñas 4. Se sale de madrugada y vuelven al mediodía o parten al mediodía y regresan a la noche.
Las mujeres limpian el pescado y el lunes meten los moluscos y peces en sacos grandes y van en piragua a vender al mercado.
¿Con cuántos años empezaste a trabajar en la piragua?
Mi padre tiene una piragua grande y dos pequeñas. Con 10 años iba con mi padre a pescar, durante los meses de vacaciones. Porque el resto del año lo pasaba en la capital, con mis tíos, estudiando en la escuela coránica.